Participantes: Carlos Heras y la que escribe, Pilar Carrasco
Aprovechando nuestra estancia en pirineos ascendiendo las
cumbres de los tres miles de la zona de Panticosa, decidimos relajar piernas
durante uno de los días y dedicarlo a barranquear. Nuestra primera elección del
día fue el barranco de Forronías. El día anterior, de camino al camping,
comprobamos el caudal desde la carretera que va al balneario de Panticosa.
Aunque parecía bajar "contento", no iba excesivamente fuerte ya que
había que tener en cuenta que los tres últimos rápeles lleven algo más de agua
debido a un aporte intermedio.
Madrugamos y pusimos rumbo al balneario de Panticosa. Justo
enfrente de un almacén de bebidas sale una pista que remonta hasta llegar a una
zona llana donde se puede dejar el coche. Preparamos rápidamente el material y
tomamos el camino al cauce llegando a la cabecera del barranco en menos de una
hora.
El caudal inicial era más bien escaso, apenas un hilillo de agua. Las
vistas desde la cabecera son brutales y el entorno idílico.
Poco a poco fuimos
descendiendo los rápeles iniciales que no superan los 25 metros.
Nos encontramos
algunos troncos en el cauce, fruto de las avalanchas del anterior invierno. En
poco tiempo llegamos a la surgencia. La cantidad de agua que aportaba era
prácticamente el doble que la que ya bajada, así que el caudal se multiplicaba
por tres. Sólo quedaban por delante dos rápeles de 25 metros y el último en
volado de 45 metros.
Los dos primeros los bajamos con cuidado, el suelo
resbaladizo y la fuerza de arrastre de agua nos hizo perder el equilibrio en
alguna ocasión.
Superados los dos sin problemas, continuamos el camino hacia el
rapel final. Un impresionante volado cuya cabecera se encuentra fuera del curso
del agua. Su descenso eleva los niveles de adrenalina al máximo y las vistas
desde el mismo son inmejorables.
Terminado el barranco, paramos unos minutos para disfrutar
de la bonita estampa de la cascada final, sólo 10 minutos de paseo nos
separaban del coche.
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